Asesinato en la Bastilla by Cara Black

Asesinato en la Bastilla by Cara Black

autor:Cara Black [Black, Cara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T05:00:00+00:00


Jueves, por la noche

En la sala de espera del hôpital des Quinze-Vingts, Aimée escuchaba los ruidos de la noche de la Bastilla e inspiraba la fragancia que desprendía el Sena que se colaba por la ventana. Se acordó de cuando vio a un oso de peluche flotando en la corriente del río en primavera. Después de una lluvia intensa, el río se desbordó por los muelles. Esa imagen la cautivó durante todo el día… ¿lo habría arrojado un niño desde un puente, un hermano mayor rencoroso? ¿Unas lágrimas empapando la almohada y un padre preocupado que salía corriendo a los grandes almacenes Samaritaine para comprar uno nuevo? ¿Como su padre intentó una vez?

Cuando tenía diez años, su doudou, un ratón andrajoso llamado Émil, se cayó desde su mochila al Sena. Émil era la única cosa que le quedaba de su madre. Lo único de lo que su padre no tuvo el valor de desprenderse. Manchado y desgastado, sin bigote, Émil había sido el protagonista de los dibujos e historias que su madre creaba para ella. El día que se cayó desde la isla Saint Louis lo consideraba como el segundo peor día de su vida. El primero era el día que su madre se fue y nunca más regresó.

Émil se había caído al anochecer; el atardecer, un halo de luz rosa y violeta bajo la luna en fase creciente. Su padre le había dicho que la cara iluminada de la luna siempre miraba al sol. Y que imaginara a Émil en las aguas verdes turquesas del Mediterráneo disfrutando de la arena tostada por el sol. Movió la cabeza obstinadamente.

Le suplicó a su padre que llamara al capitán Morvan, un antiguo colega y un policía submarinista, para que preguntara a los buzos que dragaban el río. Después de que les informase de que no había habido suerte, ella insistió en que buscaran en la planta de tratamiento de aguas residuales al otro lado de Bercy. Pero Émil debía de haberse ido a la deriva.

Entonces, un día llegó un paquete, con sellos ingleses, formularios de aduanas oficiales, y atado con un grueso cordel marrón. Era para ella. En su interior, encontró un oso de peluche color caramelo con botas de agua, un chubasquero azul y con una etiqueta de viaje de la estación de Paddington, Londres, que decía: «Por favor, cuide de este osito perdido».

Tras la muerte de su padre, en su cajón, encontró un recibo amarillo de unos grandes almacenes ingleses de un oso de peluche para mademoiselle Leduc. Y después de todos los años que habían pasado, su osito de Paddington seguía estando encima de su cama.

Su perro Miles Davis y el osito eran los únicos hombres en su vida. Pero ¿no era así como solía ser siempre? O se tenía una carrera plagada de éxito y dinero, pero en cambio una vida amorosa amarga, o, de lo contrario, se estaba locamente enamorada pero sin éxito ni dinero.

¿La culpa era suya? ¿O era por el hecho de que los hombres



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